Familias

Todo el mundo, de un modo u otro, la tiene. Unos las tienen muy grandes, otros pequeñas. Otros las adoran, otros las odian. Las familias, que nos educaron, y que estuvieron a nuestro lado cuando no nos valíamos por nosotros mismos, los marcan de por vida.

Yo, como buena adolescente (a pesar de que me queda cada vez menos de teen), no puedo soportarles más. Me quieren, no lo dudo, pero a la vez me controlan, me censuran, y sobre todo me juzgan. Me juzgan tanto que ya no queda nada en mí a salvo para apreciar, ni ningún lugar al que huir. Quedo yo, toda la mierda que soy, y, como no, ellos.

Me pregunto cómo acabará esto. Mal, seguro.

Receta para conquistarme (por el estómago)

1 - Cómprese un paquete de tortellini de trufa blanca, como este.
2 - Úsese un sable de época (o en su defecto un cuchillo) para hacerle unas ranuras al envase.
3 - A mi no se me hace esperar, así que nada de cocerlos, introdúzcanse al microondas minuto y medio.
4 - Sáquense de la caja y sírvanse en un plato junto con una copa de agua y un postre de chocolate y nata, como este.
5 - Colóquense una señorita de ojos azules, pelo castaño y amor por La Oreja de Van Gogh y prepárese para ser amado al menos a lo largo de un día entero. Si desea efectos de mayor duración, repítase a diario.

Tómame de la mano


Diría cógeme, pero algún latino se reiría de mi, así que se queda en tómame.

Amo las manos. Es como una pequeña obsesión. Me encanta contemplarlas, tocarlas, besarlas… Siempre suaves, delicadas, con sus cinco deditos, tan cerca, tan fáciles de tomar, tan bonitas.

Alguna amiga mía se arrepintió de dejarme que la tocara la mano, porque luego me dolió en el alma devolvérsela. Parece ridículo, pero es real, me encantan las manos de las personas. Probablemente sea eso en lo que primero me fije en un hombre, es sus manos.

Y hablando de hombres, quiero uno que me deje robarle las manos y no devolvérselas nunca. A veces, de verdad que parezco psicótica.

Editado: A petición del público, foto de mis manos.

Gorda – Primera Parte

Esta será, quizás, una de las entradas de mi vida. Como aquella vez que hablé en mi space del egocentrismo (mis ideas quedaron totalmente aclaradas, aunque no solucioné el problema, pero esa es otra historia…). Y como lo grande (¡Ja! Empiezo bien) debe tener su espacio, dividiré la entrada en dos. La del porqué (que será esta) y la del cómo (que será otra, lógicamente). ¿Nunca escuchasteis que todo tiene un cómo y un porqué? Bueno, quizás es que no era exactamente así, pero da igual, voy a tema.

Porqué. ¿Porqué algunas personas están gordas? ¿Porqué si les disgusta no hacen nada para remediarlo? ¿Porqué es tan difícil remediarlo? ¿Se debe remediar? ¿Qué se espera del remedio? Puffff, mucho para empezar.

Hay personas que una vez fueron delgadas, pero esta vida tan dura de comidas rápidas, embarazos, televisión, ordenadores, sabrosos hidratos de carbono y coches, las convirtieron en gordas. Con suerte, antes de que eso pasara ya habían cazado una o varias parejas, habían vivido la vida, y su actual ocupación no requería de un gran físico más allá de caber por las puertas y no odiarse a uno mismo.
Pero, vamos con el otro lado de los gordos, los gordos por genética. Esos que tienen padres gordos, hermanos gordos, tíos gordos, abuelos gordos, y demás parientes gordos, y que por lo tanto, al nacer tuvieron que unirse al clan. Esos lo tienen peor, porque no saben lo que es ser delgado, y, con un poco de mala suerte, van a sentirse muy mal a lo largo de su vida. Pero eso es cosa del cómo, así que la dejo.

¿Y toda esta gente gorda? ¿Qué pasa con ella? ¿Les gusta estar así, son felices, se quieren? Con un poco de suerte, sí. Sobretodo si son gordos tipo uno, y añado, aunque debo decir que no creo que sea del todo cierto, más si son hombres del tipo uno. ¿Qué importa ser gordo cuanto tienes más o menos todo lo que necesitas en esta vida y además el canon de belleza no va contigo? Si son mujeres, probablemente les cueste más, ya que da igual los años que tengas, que no entrar en el vestido de cuando tenías 20 te dolerá mucho. No conozco muy bien el tipo uno. Creo que intentan hacer dietas si están a disgusto, adelgazan, quizás se mantienen un tiempo, pero cuando el tiempo sigue pasando, vuelven a engordar, porque total, para los años que nos quedan, disfrutemos de la comida no sea que nos muramos sin probar el último tipo de bombón que salió al mercado.

Pero vayamos al tipo dos. Nacieron gordos, vivieron gordos, y muy a su pesar, cuando dieron el famoso “estirón” adolescente no adelgazaron nada de nada. Os voy a contar un secreto, ahora que los idiotas que no les gusta leerme se quedaron en el tercer párrafo: Yo soy gorda del tipo dos. Si señoras y señores, así me lo han demostrado parientes cercanos, espejos y desconocidos por la calle. Y no, no tengo el síndrome de “soy mujer y siempre me veré gorda porque tengo paranoias mentales” (esas existen, os lo digo yo, que las he oído). Soy gorda de las autenticas, de las que les pesa el culo al subir escaleras.

Bueno, dejo ya de hablar de mí. ¿Por qué no hacen dieta los gordos, si no les gusta ser gordos? (añado lo último por si alguien es tan sumamente hipócrita como para decir que le gusta ser gordo, yo no le voy a creer, pero oiga, si se lo quiere creer bien por él) ¿Tan difícil es adelgazar? Pues mira tú que sí, que lo es. Ya sea con dietas inútiles de revista femenina (esas que tienen nombres de frutas y verduras y requieren inflarse a las mismas y luego ayunar como idiotas) o con un endocrino caro detrás de ti (malditos sean esos médicos), adelgazar lleva consigo un sacrificio muy duro, puesto que te limita uno de los mayores placeres de esta vida, comer. Comer, que en esta sociedad de consumistas ha dejado de ser simplemente una necesidad, para convertirse en un vicio más, no consiste en frutas, pescados y verduras, por muy ricas que estén (y no es irónico, a mi personalmente las verduras y las frutas me encantan, pero ni os molestéis en quitarme el hambre con eso), sino que consiste en azúcar, proteínas e hidratos de carbono. Y todo eso, engorda. Y como engorda, si quieres adelgazar, debes comer muchos alimentos que no quitan el hambre y pocos de esos que la quitan. En conclusión, si quieres adelgazar, vas a pasar hambre. Se puede pasar hambre un tiempo, claro que sí, sufrirás como un idiota, pero adelgazarás. Pero ¿y esa realidad tan horrible llamada “mantenerse”? ¿Vas a pasar hambre toda tu vida? Sólo de pensarlo me dan ganas de comer chocolate. Ale, ya hemos roto la dieta y volvemos a ser unos gordos tipo dos, de esos que si quieren ser delgados van a tener que pasar hambre de por vida.

Pero como me está quedando la entrada corta, vamos a retorcerlo más. Si tanto odia uno ser gordo, ¿porqué no hace el esfuerzo? ¿no merece la pena? Desde luego, la respuesta es no. Cuando un gordo adelgaza se cree que todo va a cambiar. Que su vida como delgado será perfecta, que todo el mundo le querrá y que todas las prendas de ropa le sentarán bien. Lo cual es una absurda mentira.
Por otro lado, es muy dicho, y puede ser cierto, que los gordos tienen un problema con la comida. Cuando algo sale mal, comen. Al adelgazar, no saben enfrentar el problema de otra forma y ya no sólo pasan hambre, sino que además no encuentran consuelo a ninguno de los problemas que les plantea la vida. Y esto no quiere decir que no sepan arreglar un problema, simplemente que el consuelo es la comida, el primer abrazo, el método para relajarse y pensar una solución ya. Quieren un abrazo, pero cómo a todos los seres del planeta les pasa, no siempre tienen quién se lo dé. Cómo gorda que soy, y como ser humano con el descaro suficiente como para pedirte algo encima que llegaste hasta aquí y leíste todo lo anterior, te tengo una pregunta, sobre todo si eres delgado, ¿cuál es tu consuelo? Porque igual hasta sale más barato que el mío y todo.

No me gusta ser mujer

¿Quién mierda inventó ese anuncio? Un hombre, seguro.

Empiezo a creer en la historia sagrada, de verdad. Porque sino, ¿cómo se explica tanto sufrimiento para las mujeres y ninguno para los hombres? ¡Eva no se comió una manzana, se tiró a la serpiente!

Sangre por todas partes, dolores horribles que sólo se pasan con pastillas que saben horrible y cambios de humor asquerosos y repentinos que te transforman derrepente en una persona totalmente distinta a lo que eres. Y no hablo ya del embarazo y el parto porque no conozco, pero se rumorea que no es agradable tampoco. La madre Naturaleza tiene un problema con las hembras del planeta, eso seguro.

Y al parecer, es un tema tabú para los hombres, que ni saben ni quieren saber. ¡Qué bien viven algunos! Un día de estos me extirpo los ovarios, porque total, para lo que los quiero...

El tour de las mil y una webs

Estoy registrada en demasiados sitios y todo por culpa de los seres que me encuentro por el camino, que van recomendando cosas y al final, tardo media hora en hacer tour diario revisando todo.

Mi tour comienza en Netvibes, web que es el amor de mi vida y que me recomendó Vito. En ella puedo meter los rss de un montón de blogs y fotologs (a los que yo, en mi eterna gana de ir por delante, llamo fotoblogs) que sigo, y así estar al día de las actualizaciones. También me registra el correo de Gmail (el que uso habitualmente), tiene un calendario con todos los cumpleaños de la gente que me importa, cuatro listas de tareas con diferentes cosas de diferentes sitios que no puedo olvidar, una lista de links que uso mucho (vamos, unos favoritos) y notas con con contraseñas que siempre olvido. Ese lugar es un imprescindible para mí, que no funcione me pone de los nervios.

A continuación, hago ronda por cosas de HL, lugar del cual ya hablaré en próximas entradas, así que me lo ahorro. Luego me paso por Tuenti, donde se reunen los jóvenes de España (¿os creíais que era los parques de los botellones? Ay, amigos, estáis desfasados), donde estoy por culpa de la gente de mi uni, y un poco por Marta, y donde tengo dos cuentas. Tuenti no me gusta en exceso, pero es que no tengo muchos contactos aún. Allí basicamente te registras, añades amigos, añades fotos, añades videos, añades texto a un miniblog, lo comentas todo, te lo comentan todo, y punto.

Seguimos a Facebook, y la culpa completa y total de mi registro ahí es de Matías. También tengo dos cuentas, claro, es lo que tiene llevar una doble vida. Facebook es un Tuenti mundial (qué raro suena eso), pero bastante más complicado. A mi me gusta un poco más que Tuenti, porque tiene más opciones (y tengo más contactos), pero son demasiadas opciones raras de jueguecitos para mi gusto. Y además hay demasiada gente (si, por mucho o por poco, yo me quejo).

La última ronda es para deviantArt (el lugar para subir imágenes artísticas, allí me llevo Anna, y aunque lo tengo un poco abandonado, me paso a subir mis fotos bonitas y me gusta, a pesar de que es un pelín complicado a veces), Hotmail (que se muera, paso por si un día llega algún correo a esas cuentas perdidas algo que no sea basura), el correo de la uni (otro de porquería, pero me paso por si) y las noticias de El País.

También tengo Fotolog, por culpa de Matías y Marta, con un nick muy bonito, y, aunque esa web funciona como la basura y esta llena de gente muy triste (los llaman floggers o algo asín), es un buen sitio para subir las fotos y mantener al día de mi vida a gente que casi no veo por msn. Obviamente tengo blog, ¿se nota, verdad?

Por último quiero hablar de un lugar en el que me registré por culpa de Ele, y que adoro, que es Twitter. El desahogo de moda y la forma de comunicación con muchos, un sitio fácil de manejar, accesible desde muchos sitios (si me lee alguien que no tiene, y se anima, le recomiendo que lo use con Twitterfox, para Firefox, obviamente, que es la cosa más cómoda del mundo). Simplemente escribir tonterías y leer las de otros, sin más.

Esto de las webs es un mundo alucinante, y eso que no me he parado a hablar del Dios Google...

Todos somos bisexuales

Ser o no ser, creer o no creer, caminar o correr, huir o seguir. La vida está llena de decisiones, unas más importantes que otras, unas más valiosas que otras, unas más relevantes que otras.

Todo esto comenzó por culpa de Marta (para los que conozca a Meb, no, ella no, otra Marta), que vio El otro lado de la cama, escuchó esa frase, y mientras hablábamos de términos profundos sobre el amor, nos la soltó a Álex y a mí.
Tiempo después, hablando de cosas similares, yo se la solté a Marco, y al parecer, con él, hizo efecto.

Y claro, tarde o temprano, olvidando el tema del amor, y centrándonos en cosas más mundanas, un día, hablando con Matías de "muchas cosas" (lo dejamos ahí, no sea que nos metamos en terrenos pantanosos), me soltó una de esas preguntas de las que no me olvidaré jamás. "Vos sos bi?" Directamente, sin anestesia ni nada. Lo pensé un rato, le dije "Creo que si" y lo seguí pensando hasta que logré quitar el "creo que" a la frase. Y así es como una termina, sin querer, volviéndose un colectivo, una causa, un derecho, una protesta, una ley... Un montón de cosas que no me interesan y que no soy. Además de descubrir, que ser homosexual en este mundo es mundo es muy confuso, y que por lo tanto, y hasta que las circunstancias no cambien o el tiempo y la pérdida de las distancias demuestren lo contrario, soy más bien tirando a heterosexual.

Carta a Mamá Noela y compañía

Como buena consumista que soy, yo ya tengo mi lista de regalos, que probablemente ya no varíe, y que este año es muy modesta, porque sé que no soy el orgullo de mi casa. Ahí van:

* Un monedero: Esté al parecer se lo puedo encasquetar a Mamá Noela, según ella. El mío está lleno de mierda y destrozado, hace falta un recambio pronto.
* Unas gafas de sol: ¡Soy el as de perder gafas de sol! Tenía unas muy bonitas que amaba pero se rompieron allá por febrero, y desde entonces voy perdiendo todas las que encuentro. Y es grave, porque mis ojos no son amantes de la luz, así que las necesito, y creo que Mamá Noela también se hará cargo de que las tenga (más que nada porque sin ellas no veo un pijo con el coche...)
* Una mochila: Si Laia lee esto (que seguro) no se lo creerá. Sí, cedí a la mochila para dejar de partirme la espalda, eso si, la quiero negra, obviusly. Ya sé que tengo una, por cierto, pero eso es una monstruosidad para cruzar océanos, no algo que sirva para ir a clase, hombre. Y como esto es más deseo de Mamá Noela que mío, pues ya sabe de donde va a salir.
* Un frasco de perfume de fresa: Esto me tocará autoregalarmelo con los fondos de Abuelos & Company. Al fin y al cabo es mi típico capricho navideño, como no puedo tener Barbies, pues me conformo con perfumes, oye. Eso sí, lo creáis o no, lo necesito, tengo el frasco en las últimas.
* Wifi en el sobremesa: Básicamente, buscar una sustituta a la antenita que mi padre se llevó hace unos meses y que quitó el internet fuera del portátil. Y como no creo que me vendan sólo la antenita, acabaré comprando una tarjeta inalámbrica entera y gastando un ojo de la cara... ains. Financiado también por mis Abus, que esperemos que tengan unas navidades generosas.
* Un disco duro: Esto lo quiero desde hace meses, porque me paso la vida con un triste pendrive de un triste giga, y no puedo sostenerme así. Pero para esto si que no creo que me de el presupuesto, que mis abuelos son generosos, pero no tanto, así que es posible que me quede con las ganas.

Soy peor pidiendo que un crío de 10 años, ¿eh? ¡Con lo que me gusta la Navidad a mí!

Historias de colores

Ayer fui a una obra de teatro que hacen los niños discapacitados del colegio donde trabaja mi madre. Suelo ir todos los años, no se porqué, son obras infantiles, pero muy bonitas, así que siempre voy. Pero este año, se llevo la palma.

La historia se llamaba El niño que tenía dos ojos, y era sobre un niño que, en un planeta donde todos tenían un sólo ojo mágico que veía a través de los objetos, en la oscuridad y demás magias; él tenía dos ojos, exactamente como los nuestros. Contaban como le rechazaban todos, como era un poco torpe y, como pensaba que por esa razón nunca podría servir para nada.
Pero al final, el niño descubre que, a diferencia del resto, con sus ojos ve todo lleno de colores. Y desde entonces, contaba las mejores historias, y todos le escuchaban.

Yo, que llevaba unos días haciendo bola de complejo, me di cuenta por fin, de que quizás no podré escalar grandes montañas, ni desfilar en las mejores pasarelas; pero, mis historias, siempre serán las mejores, porque están llenas de colores.