Crónica de la novedad

Todo huele a nuevo. Nada familiar mas no parece importar, eso lo hace genial. Él, como el mayor loco de todos, canta, sonríe y baila en la oscuridad.

Entre el intenso frío sabe que no parará, pero le da rematadamente igual. Es medianoche y por delante hay un mundo. Un mundo que probar, que patear, que conocer, que sonreír, que besar (quizá de una vez por todas), que disfrutar.

Tiene ganas de todo ya y no se da cuenta de todo el tiempo que le queda para soñar. Veintiuno.

Canciones femeninas

Yo estoy rodeada de hombres. Los hombres son mis amigos, mis consejeros, mis amores, mis risas y mi vicio favorito desde que tengo memoria. A ellos (aunque a día de hoy añadiría a un par) les hice ya una entrada. Hoy va para las excepciones que confirman la regla. Para mis chicas, para las mujeres que son mis amigas, mis consejeras, mis amores, mis risas... y mi vicio favorito desde hace un par de años.

Empiezo por la primera, la más santa de todas, con la que nunca saldaré mi deuda, a la mujer que más quiero, quise y querré. A Ana, Palabras para Paula, porque su voz siempre me dice es pronto para comprender la vida es tan bella como tu la quieras ver, si lloras cantaré, si sufres te hablaré, si mueres moriré también.

La siguiente es para mi pequeña. La chica que me enseñó lo que es la amistad (la amistad de chicas, esa que aunque los hombres no lo sepan no solo trata de quitarse el novio unas a otras y criticarse como perras), la que siempre está ahí, la que siempre me recuerda a mí, la que me preocupa una semana sí y otra también, la que no quiere hacérselo conmigo porque le gustan los penes... mi Marta. Para ella, otra vez y cómo no, La Oreja de Van Gogh, con un Cuídate que necesito que se aplique y es que son demasiadas las veces que te digo cierra la puerta, ven y siéntate cerca que tus ojos me cuentan que te han visto llorar.

La última es para mi mujer. Para la princesa de mi cuento que por suerte no quiso ser princesa y así me dejó libre para que yo pudiera seguir siendo yo. Mi último amor (probablemente para siempre), mi primera chica (de una futura lista de muchas, espero). Una loca con un pozo de cosas que enseñar. Vamos, como yo. Lilihana, ya sabes donde estoy, ven cuando quieras. Me enseñaste, de Arjona, es para ella (irónicamente, ella me la enseñó). No me enseñaste a olvidarte, pero no importa, lo aprendí yo sola.

Para en Chamartín

No jodas, ¿en serio?