Imaginar que las bromas, charlas y situaciones que os suceden con vuestros amigos quedaran grabadas y las pudierais ver cada vez que os sentís solos, os aburrís o simplemente, en cualquier momento con sólo darle al play. ¿Mola, eh?
Pues si vuestros amigos viven en Nueva York y ninguno es feo tenéis dos series para elegir: La legendaria y finalizada Friends o la moderna y sorprendente Cómo conocí a vuestra madre (How I meet your mother). Friends la dejo para más adelante porque hoy os quiero hablar de una serie que comencé a ver porque no había nada mejor, que a terminado por atraparme, y que me empieza a parecer mucho mejor que Friends.
Y es que en Cómo conocí a vuestra madre ya sabemos que hay un final y que además es feliz, porque el narrador es el propio protagonista pero 30 años después hablando a sus hijos. Pero no, por el momento, y tras cuatro temporadas no hay ni rastro de la madre. Los que si salen son sus amigos de aquellos años, en total cinco personajes a cada cual más gracioso y apasionante: Robin, una presentadora de televisión mona, irónica y moderna en casi todos los sentidos; Lily, una profesora de infantil inocente, dulce y divertida; Marshall (cuyo actor odio por razones que no vienen al caso), el prometido de Lily, un idealista abogado ligeramente tonto en lo que a relaciones se refiere; Barney, el mas prototípico del grupo, un ligón sin principios y el protagonista, Ted, un arquitecto bondadoso que se pasa la vida buscando el amor ideal.
Contado a grandes rasgos parece lo de siempre, pero os puedo asegurar que no es así. En estas cuatro temporadas aún no tengo la sensación de que ninguno de los argumentos se repita, cada vez me río más, y sobretodo, cada vez me gusta más que el narrador sepa lo que va a pasar, porque de vez en cuando hace comentarios al margen sobre el futuro, adelantando pinceladas de la trama que no hace perder la gracia a la escena sino todo lo contrario, aumentan la emoción. Y se nota lo bien pensada que está, porque no olvidan ninguno de los detalles que desvelan, ni siquiera entre temporadas (os pondré un ejemplo: en la primera temporada Ted les dice a sus hijos que cuando cumplió 30 años sufrió un incidente con un cabra; en la tercera temporada, Ted cumple 30 años y nos cuenta lo de la cabra, ¡os juro que creí que se les olvidaría contarlo!).
Cómo conocí a vuestra madre es una serie moderna, de esas que generan cierto misterio (aunque sea de forma cómica) y tienen el hilo muy bien marcado, y además es divertida, variada en temas (para nada es sólo romántica, habla también de sexo –mucho, no nos engañemos-, de sus trabajos, sus familias, dinero, deportes… en eso se parece a Friends), poco convencional (no cae en chistes muy vistos) y con gusto (nada de chistes a lo Scary Movie que dan más asco que risa). ¡Uy, casi olvido decir que suelen tener cameos de cantantes y gente así! En España la emiten en La Sexta, y en Internet rondan todos los episodios tanto para descargar como para ver. ¡Os veo en mi tele, amigos!
A este hombre no hay quién le pare. Cuando puso a una modelo como ministra quedamos trastornados, pero no quisimos juzgar mal a la mujer, quede seguro vale mucho. Cuando dijo del gabinete de Zapatero que "era demasiado rosa" ya apuntaba maneras. En Italia podía hacer lo que le diera la gana, así que como no tenía gracia hacerlo, había que meterse en lo de los demás.
Visto que le salió mal porque aquí el machismo no es una religión (bueno, quién sabe), ha decidido jugar a lo grande, y faltar el respeto al parlamento europeo, a la Unión y a todos los europeos repitiendo la jugada de la ministra, pero esta vez más descaradamente y en las listas para ser europarlamentarias.
¿De verdad alguien se cree que ex-concursantes de Gran Hermano tengan capacidad de decisión política? Bueno, no se para qué pregunto, si al parecer las va a instruir para que sepan lo que es Europa ¿De verdad alguien no ve hasta donde llega la estupidez de este señor que utiliza a mujeres de película porno como objeto político?
Pero más allá de ellas... ¿Qué Europa se puede formar con alguien así? ¿De qué modo lograremos que los ciudadanos den importancia a una cámara en la que se deciden tantas cosas importantes para sus vidas si este hombre se toma a juego las elecciones europeas?
En Italia que haga lo que quiera. Que se haga cuatro liftings, cinco liposucciones, se tire a todas sus ministras, lo grabe todo en video y lo emita en la televisión pública. Los italianos le votaron, allá se lo coman con patatas a él y a sus chorradas egocéntricas a la altura de las chavistas pero de derechas. Pero a los demás que nos deje en paz, y sobre todo, que no falte al respeto a aquello que permite a su país ser mucho de lo que es ahora.
¡Con Europa has topado, querido Berlusconi!
Visto que le salió mal porque aquí el machismo no es una religión (bueno, quién sabe), ha decidido jugar a lo grande, y faltar el respeto al parlamento europeo, a la Unión y a todos los europeos repitiendo la jugada de la ministra, pero esta vez más descaradamente y en las listas para ser europarlamentarias.
¿De verdad alguien se cree que ex-concursantes de Gran Hermano tengan capacidad de decisión política? Bueno, no se para qué pregunto, si al parecer las va a instruir para que sepan lo que es Europa ¿De verdad alguien no ve hasta donde llega la estupidez de este señor que utiliza a mujeres de película porno como objeto político?
Pero más allá de ellas... ¿Qué Europa se puede formar con alguien así? ¿De qué modo lograremos que los ciudadanos den importancia a una cámara en la que se deciden tantas cosas importantes para sus vidas si este hombre se toma a juego las elecciones europeas?
En Italia que haga lo que quiera. Que se haga cuatro liftings, cinco liposucciones, se tire a todas sus ministras, lo grabe todo en video y lo emita en la televisión pública. Los italianos le votaron, allá se lo coman con patatas a él y a sus chorradas egocéntricas a la altura de las chavistas pero de derechas. Pero a los demás que nos deje en paz, y sobre todo, que no falte al respeto a aquello que permite a su país ser mucho de lo que es ahora.
¡Con Europa has topado, querido Berlusconi!
Adentrada de lleno en el Valle de Sanabria, en la Sierra de la Culebra, más cerca de Portugal que de España (al menos de la España de nuestro siglo), entre los lobos, las gallinas, y los campos sembrados existe un pequeño pueblo de no más de 181 habitantes.
Pero no es de ese pueblo exactamente de lo que os voy a hablar. Sino de la casa en la que duermo cuando voy allí. Llena de polvo, con un corral descuidado que posee una gallina loca, superviviente a meses de ausencia de mis abuelos, la presencia de escaleras y cutres cuadros religiosos compiten por hacerse notar entre puertas, ventanas y paredes hechas tan a mano como los primeros años del último lustro del pasado milenio permitieron.
Mi habitación es probablemente la que más llama la atención, pues carece de nada que pueda entrar en este siglo, y cuando la ocupo mi macbook parece de lo más ridículo sobre una cama hecha de hierro forjado negruzco y aparentemente débil. El colchón parece repleto de piedras en su interior, y los muelles hacen un estruendo increíble al mínimo movimiento. En el cabecero, la Virgen María, que tapa un agujero en la pared (al parecer los cuadros en las casas antiguas tenían la utilidad de tapar meteduras de pata).
¡Pero no es lo más emocionante de la habitación! Aún recuerdo un tormentoso día de julio cuando desperté en plena noche con la cama llena charcos, uno de ellos en mi cabeza. Goteras, claro está, cómo no lo pude imaginar.
En esa habitación he dormido cuando visitaba mi pueblo desde que tengo memoria, y cuando no lograba conciliar el sueño miraba al techo de madera veteada, e imaginaba que las manchas eran monstruos horribles.
Pero no es de ese pueblo exactamente de lo que os voy a hablar. Sino de la casa en la que duermo cuando voy allí. Llena de polvo, con un corral descuidado que posee una gallina loca, superviviente a meses de ausencia de mis abuelos, la presencia de escaleras y cutres cuadros religiosos compiten por hacerse notar entre puertas, ventanas y paredes hechas tan a mano como los primeros años del último lustro del pasado milenio permitieron.
Mi habitación es probablemente la que más llama la atención, pues carece de nada que pueda entrar en este siglo, y cuando la ocupo mi macbook parece de lo más ridículo sobre una cama hecha de hierro forjado negruzco y aparentemente débil. El colchón parece repleto de piedras en su interior, y los muelles hacen un estruendo increíble al mínimo movimiento. En el cabecero, la Virgen María, que tapa un agujero en la pared (al parecer los cuadros en las casas antiguas tenían la utilidad de tapar meteduras de pata).
¡Pero no es lo más emocionante de la habitación! Aún recuerdo un tormentoso día de julio cuando desperté en plena noche con la cama llena charcos, uno de ellos en mi cabeza. Goteras, claro está, cómo no lo pude imaginar.
En esa habitación he dormido cuando visitaba mi pueblo desde que tengo memoria, y cuando no lograba conciliar el sueño miraba al techo de madera veteada, e imaginaba que las manchas eran monstruos horribles.
¿Os habéis dado cuenta de la gran diferencia que hay entre la prensa de pago y la gratuita? Todo aquel que usa el transporte público en este mundo a una hora mínimamente concurrida, acaba con un periódico gratuito o dos en las manos. Generalistas y nacionales en España conozco cuatro: Metro, ADN, Qué!, y 20 minutos. La mayoría de ellos acaban en mis manos a lo largo del día, y todos tienen una línea clara: fútbol, frivolidades y noticias de interés ciudadano. Pocas fotos de líderes políticos y titulares de sus peleas se ven, y muchas de protestas, problemas en los ayuntamientos e incluso estudios psicológicos sobre el trabajo, la familia o los jóvenes. Si queremos leer sensacionalismo gratuito no debemos dudar en leer Qué! cuyos titulares de portada un día de estos provocaran un infarto colectivo a todo el país. Lo bueno de la prensa gratuita es su cercanía, están llenos de noticias que interesan a la gente de a pie, liberándose en muchos casos de juicio político (que no siempre, ojo).
Pero el mundo no se mueve por regalar periódicos (repletos de publicidad, eso si -casi olvido mencionarlo-) y la oferta de uno a dos euros (cinco o seis si empezamos a sumar la típica película) no termina de hundirse. En la universidad regalan por la mañana casi todos los de gran tirada (el único que no he visto es La Razón) cada uno en su época: Empezamos noviembre con El Mundo, Enero con El País, Marzo con ABC y Público lo encuentras todo el año. Obviando tendencias (El País y Público a la izquierda y el resto en mayor o menor medida a la derecha), todos se inflan a temas políticos, en el peor de los casos olvidándose del interés periodístico de la noticia de portada y colocando lo que más les conviene ideológicamente, ya sea porque se lo han sacado de la manga o por que van por libre con sus investigaciones propias (que obviamente son mucho más interesantes que el resto de sucesos del mundo, donde va a parar). Ejemplos exagerados son Público y La Razón, cuyas portadas sensacionalistas provocan en el mejor de los casos risa y en el peor infartos equiparables a los de el Qué! La cuestión es que por estos hay que pagar (¡já!).
Tema a parte de los periódicos de pago son los "regalos", cupones, colecciones y demás tonterías para atraer al comprador. Visto como va el mundo, que somos pocos los amantes de las noticias en papel y muchos a los que les da igual la web que los periódicos pues hay que vender el producto sacando todo tipo de libros, películas y artículos de lo más extraño (aún me asombra sabe que la bici plegable de mi madre fue obtenida por acumular cupones de El País) a un muy bajo precio, en incluso como hacía Público, regalándolo (y yo rechazando el regalo: Qué no, que yo no voy a ver esta peli tan friki, guardársela para otro, a mi lo que me interesa es La Vitrina de Bob Pop -que tipo más genial, si alguna vez tenéis un Público leerla-).
Pero para prensa coloreadamente colorista la regional. Al menos aquí en la sierra tenemos tres o cuatro periódicos de cuyo nombre no quiero acordarme que hablan de las virtudes de los alcaldes, los partidillos de pueblos, las representaciones de los auditorios y las obras de las iglesias con un tono que roza lo cómico, por decirlo de alguna manera y lo paleto, por decirlo de otra.
En conclusión, el mundillo editorial de la prensa cada día cae más bajo, más parcial y más amarillo. Si quieres saber cómo esta la vida, léete todos los periódicos que robes en alguna facultad o acabarás perdido en el universo de los kiosqueros.
Pero el mundo no se mueve por regalar periódicos (repletos de publicidad, eso si -casi olvido mencionarlo-) y la oferta de uno a dos euros (cinco o seis si empezamos a sumar la típica película) no termina de hundirse. En la universidad regalan por la mañana casi todos los de gran tirada (el único que no he visto es La Razón) cada uno en su época: Empezamos noviembre con El Mundo, Enero con El País, Marzo con ABC y Público lo encuentras todo el año. Obviando tendencias (El País y Público a la izquierda y el resto en mayor o menor medida a la derecha), todos se inflan a temas políticos, en el peor de los casos olvidándose del interés periodístico de la noticia de portada y colocando lo que más les conviene ideológicamente, ya sea porque se lo han sacado de la manga o por que van por libre con sus investigaciones propias (que obviamente son mucho más interesantes que el resto de sucesos del mundo, donde va a parar). Ejemplos exagerados son Público y La Razón, cuyas portadas sensacionalistas provocan en el mejor de los casos risa y en el peor infartos equiparables a los de el Qué! La cuestión es que por estos hay que pagar (¡já!).
Tema a parte de los periódicos de pago son los "regalos", cupones, colecciones y demás tonterías para atraer al comprador. Visto como va el mundo, que somos pocos los amantes de las noticias en papel y muchos a los que les da igual la web que los periódicos pues hay que vender el producto sacando todo tipo de libros, películas y artículos de lo más extraño (aún me asombra sabe que la bici plegable de mi madre fue obtenida por acumular cupones de El País) a un muy bajo precio, en incluso como hacía Público, regalándolo (y yo rechazando el regalo: Qué no, que yo no voy a ver esta peli tan friki, guardársela para otro, a mi lo que me interesa es La Vitrina de Bob Pop -que tipo más genial, si alguna vez tenéis un Público leerla-).
Pero para prensa coloreadamente colorista la regional. Al menos aquí en la sierra tenemos tres o cuatro periódicos de cuyo nombre no quiero acordarme que hablan de las virtudes de los alcaldes, los partidillos de pueblos, las representaciones de los auditorios y las obras de las iglesias con un tono que roza lo cómico, por decirlo de alguna manera y lo paleto, por decirlo de otra.
En conclusión, el mundillo editorial de la prensa cada día cae más bajo, más parcial y más amarillo. Si quieres saber cómo esta la vida, léete todos los periódicos que robes en alguna facultad o acabarás perdido en el universo de los kiosqueros.
Primero de todo, mil disculpas por esta ausencia de 11 días, a veces una no sabe donde está su propia cabeza.
A estas alturas del día, todos sabréis que es el día internacional del libro, y si sois un poco curiosos también sabréis que se celebra hoy en conmemoración de la muerte de dos de los grandes escritores de la historia, Shakespeare y Cervantes. Aunque no es precisamente la historia que yo os quería contar. Ya me he confesado amante de los libros, pero es algo que no termino a comprender cómo llegó a suceder. Lo que sí creo que sé, es como llegue a hacerme amante del día del libro.
Mi primer recuerdo de este día se remonta a mis siete años, cuando mi profesor de Estudio (esa ociosa alternativa a Religión) vino con un ramo de claveles a clase, al preguntarnos la causa, nos contestó que era Sant Jordi y que eran para su mujer. Cuando mi padre apareció a buscarme, le pregunté por eso y me explicó que además de Sant Jordi era el día del libro y me regaló uno, que si no me falla la memoria mal era una de las ediciones de tapa dura de los cómics de Astérix.
Desde entonces y hasta hoy (que me da la sensación de que se le ha olvidado) todos los 23 de Abril nos ha regalado un libro a mi madre, a mi hermano y a mí. Mi siguiente recuerdo del día del libro, avanza tres años, hasta los nueve, donde para celebrarlo escribí mi primer poema, y lo fui repartiendo a todo el que encontraba.
En mi instituto se celebraba con fervor el día del libro con una lectura del Quijote (en la que me encantaba participar), una feria del libro (donde pasaba recreos poniendo los dientes largos a todo lo que veía) y un concurso literario (al que nunca dejé de presentarme, pero sólo gané una vez).
Ahora, soy yo la que no puedo evitar moverme para que este día maravilloso se celebre, para que apreciemos la literatura como un maravilloso bien fácilmente accesible a todos (que para algo hay bibliotecas), testigo de lo que somos y de lo que fuimos.
A estas alturas del día, todos sabréis que es el día internacional del libro, y si sois un poco curiosos también sabréis que se celebra hoy en conmemoración de la muerte de dos de los grandes escritores de la historia, Shakespeare y Cervantes. Aunque no es precisamente la historia que yo os quería contar. Ya me he confesado amante de los libros, pero es algo que no termino a comprender cómo llegó a suceder. Lo que sí creo que sé, es como llegue a hacerme amante del día del libro.
Mi primer recuerdo de este día se remonta a mis siete años, cuando mi profesor de Estudio (esa ociosa alternativa a Religión) vino con un ramo de claveles a clase, al preguntarnos la causa, nos contestó que era Sant Jordi y que eran para su mujer. Cuando mi padre apareció a buscarme, le pregunté por eso y me explicó que además de Sant Jordi era el día del libro y me regaló uno, que si no me falla la memoria mal era una de las ediciones de tapa dura de los cómics de Astérix.
Desde entonces y hasta hoy (que me da la sensación de que se le ha olvidado) todos los 23 de Abril nos ha regalado un libro a mi madre, a mi hermano y a mí. Mi siguiente recuerdo del día del libro, avanza tres años, hasta los nueve, donde para celebrarlo escribí mi primer poema, y lo fui repartiendo a todo el que encontraba.
En mi instituto se celebraba con fervor el día del libro con una lectura del Quijote (en la que me encantaba participar), una feria del libro (donde pasaba recreos poniendo los dientes largos a todo lo que veía) y un concurso literario (al que nunca dejé de presentarme, pero sólo gané una vez).
Ahora, soy yo la que no puedo evitar moverme para que este día maravilloso se celebre, para que apreciemos la literatura como un maravilloso bien fácilmente accesible a todos (que para algo hay bibliotecas), testigo de lo que somos y de lo que fuimos.
Si tenemos que hablar de mujeres y televisión, tenemos que hablar de otras chicas, las de Sexo en Nueva York (Sex and the City).
La serie tiene el nombre tremendamente bien puesto. El sexo está presente en todos y cada uno de los capítulos, junto con la City, la grande, emocionante y preciosa Nueva York.
Y ellas, aunque están (muy) buenas, tampoco son top models, y ni mucho menos reinas de la belleza. Lo excitante de la historia es que no tienen ni un pelo en la lengua ni con lo bueno, ni con lo malo. Las oirás gritar de gusto y de dolor, suspirar, insinuarse, declararse y rechazar de forma clara e intensa.
Pero no es el abundante y excitante contenido sexual de la serie lo que la hace tan fabulosa (¡ja! Ya creíais que hablaba de porno, ¿verdad?), sino que ellas cuatro, representan la esencia de la mente femenina: miedos, sueños, deseos y placeres en abundancia. Por eso está sí se la recomiendo a los hombres. Quizás no la lleguen a entender nunca, o quizás acaben descubriendo los secretos del universo femenino y lo usen para torturarnos, quién sabe.
Anotaciones al margen son que la película es pésima en comparación con la serie (¿qué nos depara en la segunda parte? oh lá lá); que Mr. Big tiene menos atractivo que un troll; que, aunque nunca lo llegó a confesar ni casada y con hijos, Miranda es lesbiana si o si; que si Samanta fuera (atención spoiler) lesbiana me la tiraba sin dudarlo y que el segundo marido de Charlotte me pone (y esto último es digno de análisis).
La serie tiene el nombre tremendamente bien puesto. El sexo está presente en todos y cada uno de los capítulos, junto con la City, la grande, emocionante y preciosa Nueva York.
Y ellas, aunque están (muy) buenas, tampoco son top models, y ni mucho menos reinas de la belleza. Lo excitante de la historia es que no tienen ni un pelo en la lengua ni con lo bueno, ni con lo malo. Las oirás gritar de gusto y de dolor, suspirar, insinuarse, declararse y rechazar de forma clara e intensa.
Pero no es el abundante y excitante contenido sexual de la serie lo que la hace tan fabulosa (¡ja! Ya creíais que hablaba de porno, ¿verdad?), sino que ellas cuatro, representan la esencia de la mente femenina: miedos, sueños, deseos y placeres en abundancia. Por eso está sí se la recomiendo a los hombres. Quizás no la lleguen a entender nunca, o quizás acaben descubriendo los secretos del universo femenino y lo usen para torturarnos, quién sabe.
Anotaciones al margen son que la película es pésima en comparación con la serie (¿qué nos depara en la segunda parte? oh lá lá); que Mr. Big tiene menos atractivo que un troll; que, aunque nunca lo llegó a confesar ni casada y con hijos, Miranda es lesbiana si o si; que si Samanta fuera (atención spoiler) lesbiana me la tiraba sin dudarlo y que el segundo marido de Charlotte me pone (y esto último es digno de análisis).
Estoy viendo el canal 24 horas, ese que tiene TVE en la TDT (toma lluvia de siglas), y en esa curiosa y fantástica oportunidad que tienen ellos de analizar las noticias de forma profunda, descubro que en la última cumbre del G-20 algunos bloggers de mucho éxito tuvieron acreditación periodística.
Lo cual me hizo recordar que el otro día soñé que era reportera en esa misma cumbre, y que entrevistaba a Obama y a Zapatero (por separado). Mis sueños siempre son raros y este también tenía sus tintes subrrealistas, aunque hay algo claro: yo quería estar ahí.
Y es que ya he confesado mi pasión por los políticos, aunque no es precisamente en tono periodístico. No quiero ser periodista, porque yo soy tremendamente subjetiva, pero estoy apasionada por la prensa, soy amante del papel de los periódicos, de las mesas de los telediarios, y sobre todo, soy amante de los micrófonos (muchos pueden dar fe). Quizás por eso amo a una cuasi periodista, ¡ahora tiene todo más sentido Lilihana!
Lo cual me hizo recordar que el otro día soñé que era reportera en esa misma cumbre, y que entrevistaba a Obama y a Zapatero (por separado). Mis sueños siempre son raros y este también tenía sus tintes subrrealistas, aunque hay algo claro: yo quería estar ahí.
Y es que ya he confesado mi pasión por los políticos, aunque no es precisamente en tono periodístico. No quiero ser periodista, porque yo soy tremendamente subjetiva, pero estoy apasionada por la prensa, soy amante del papel de los periódicos, de las mesas de los telediarios, y sobre todo, soy amante de los micrófonos (muchos pueden dar fe). Quizás por eso amo a una cuasi periodista, ¡ahora tiene todo más sentido Lilihana!
Antes de nada, estoy probando las entradas por correo, si sale raro, es un experimento, se siente.
¡Y ahora vamos a lo divertido! El otro día en una nueva salida con dos de las tres personas que me caen bien de mi clase, Vanesa me contó que había una chica estadounidense, fan de la cultura japonesa en Youtube, que a base de grabarse vídeos poniendo caras monas con pinta de japonesa y decir cuatro palabras en japonés logró record de visitas, comentarios y suscripciones en la web. Y a lo tonto a lo tonto, se ha hecho hiper famosa en Japón, tanto es así que una cadena de televisión de allí la pagó el viaje para entrevistarla. Eso es tener suerte de tonta y lo demás tonterías.
Así que, en mi inmensa ilusión por ir a Japón, ser japonesa, hacer el lerdo delante de una cámara y esas cosas he decidido imitar a la chica, poner ojitos y sonrisa de "soy sumisa", y dedicarme desde ahora a grabar vídeos . ¡Ale, a reírse de la chica que la vida son dos días: uno en Japón y otro soñando con Japón!
¡Y ahora vamos a lo divertido! El otro día en una nueva salida con dos de las tres personas que me caen bien de mi clase, Vanesa me contó que había una chica estadounidense, fan de la cultura japonesa en Youtube, que a base de grabarse vídeos poniendo caras monas con pinta de japonesa y decir cuatro palabras en japonés logró record de visitas, comentarios y suscripciones en la web. Y a lo tonto a lo tonto, se ha hecho hiper famosa en Japón, tanto es así que una cadena de televisión de allí la pagó el viaje para entrevistarla. Eso es tener suerte de tonta y lo demás tonterías.
Así que,
La universidad hace pensar (yupi, objetivo cumplido). Miro a mi alrededor y descubro a unos 40 que no eligieron estas como su primera carrera. Algunos, suspiran apasionados con esta. Otros pasan de ella, cómo con la anterior.
¿Qué hacemos aquí, me pregunto yo? ¿Por qué no-estudiamos aquello que elegimos libremente? ¿Por qué pasamos de curso como idiotas, con alfileres y eternos septiembres? ¿A dónde vamos? ¿Con qué soñamos? ¿Soñamos acaso, con algo?
Estudiar una carrera es casi una obligación, todo padre cree que sus hijos deben ir a la universidad. Si no tienes una carrera, no eres nadie; te dicen. Si dejas la carrera, se asustan y no te dejan.
Qué mal sistema es ese que te deja libre y te cree responsable cuando no lo eres. Cuando estás ahí porque sí, porque no hay otra opción. Cuando has llegado asustado, cuando no sabes quién eres ni a donde vas ni de donde vienes. Ir a la universidad se ha vuelto un paso educativo y obligado más, ha dejado de ser una opción solo para aquellos que amaban estudiar. A la universidad ya no van los jóvenes, van los niños.
Algo debe cambiar. O se trata a los universitarios cómo a niños, o no se deja a los niños ir a la universidad. Me inclino por la opción b, dejemos de meter a quién no quiere en las facultades, dejemos de tutorear a los bachilleratos, dejemos de criar inútiles malcriados. Maduremos todos un poco (y que nadie dude de que me siento tremendamente incluida en esa frase).
¿Qué hacemos aquí, me pregunto yo? ¿Por qué no-estudiamos aquello que elegimos libremente? ¿Por qué pasamos de curso como idiotas, con alfileres y eternos septiembres? ¿A dónde vamos? ¿Con qué soñamos? ¿Soñamos acaso, con algo?
Estudiar una carrera es casi una obligación, todo padre cree que sus hijos deben ir a la universidad. Si no tienes una carrera, no eres nadie; te dicen. Si dejas la carrera, se asustan y no te dejan.
Qué mal sistema es ese que te deja libre y te cree responsable cuando no lo eres. Cuando estás ahí porque sí, porque no hay otra opción. Cuando has llegado asustado, cuando no sabes quién eres ni a donde vas ni de donde vienes. Ir a la universidad se ha vuelto un paso educativo y obligado más, ha dejado de ser una opción solo para aquellos que amaban estudiar. A la universidad ya no van los jóvenes, van los niños.
Algo debe cambiar. O se trata a los universitarios cómo a niños, o no se deja a los niños ir a la universidad. Me inclino por la opción b, dejemos de meter a quién no quiere en las facultades, dejemos de tutorear a los bachilleratos, dejemos de criar inútiles malcriados. Maduremos todos un poco (y que nadie dude de que me siento tremendamente incluida en esa frase).
Da igual que sea invierno o verano, que yo al salir de la ducha debo tener puesta la estufa. Salgo tiritando, y no hay cosa que ame más en ese momento que el runrún que emite ese mágico aparato cuyo aire caliente me produce escalofríos.
La chimenea no la puedo poner yo, así que en verano no la tengo, pero da igual, porque en invierno no hay nada mejor que poner la nariz contra la salida de un viento que arde y devuelve el sentido a todo aquello que tengo congelado. Aunque sea la parte más profunda de mi alma.
Pero el viento que de verdad me lleva, el que me inspira, es el frío y helador que entre las calles me arrastra, diciéndome que no, que no me pare nunca, que pararse es de cobardes. Y al correr en busca de mi ya perdido tren, me golpea la cara, porque ahora ha cambiado de opinión, y no quiere que me vaya.
¡Qué sería de mi primavera sin su brisa eterna, sin su soplido dulce que cura mis calurosas penas!
La chimenea no la puedo poner yo, así que en verano no la tengo, pero da igual, porque en invierno no hay nada mejor que poner la nariz contra la salida de un viento que arde y devuelve el sentido a todo aquello que tengo congelado. Aunque sea la parte más profunda de mi alma.
Pero el viento que de verdad me lleva, el que me inspira, es el frío y helador que entre las calles me arrastra, diciéndome que no, que no me pare nunca, que pararse es de cobardes. Y al correr en busca de mi ya perdido tren, me golpea la cara, porque ahora ha cambiado de opinión, y no quiere que me vaya.
¡Qué sería de mi primavera sin su brisa eterna, sin su soplido dulce que cura mis calurosas penas!