Las estrellas de la madrugada le arropan. La noche (pronto mañana) es de todo menos fría y soñolienta. Es cantarina. Baila. Sonríe. Salta. La noche le despierta y le abraza.

La magia siempre fue una sonrisa para él. Ahora se pregunta hasta que punto se ha vuelto hechicero, pues a cada segundo su boca refleja felicidad. Otro baile más. Es el nunca acabar.

Repasa en su mente toda la dulzura, locura y genialidad que ha visto sin cambiar de luna y vuelve a creer. No en divinidades nunca presentes, sino en lo más tangible del mundo, la vida. Su propia caja de bombones particular.

Magia es descubrir que tienes el increíble chocolate suizo ante ti y sobretodo, que te acabas de rodear de los mejores para compartirlo. Las estrellas le animan a dar el paso. El show ha comenzado.