Crónica de la última duda

Oscuridad. Negro y noche se llevan bien. Son los únicos amantes que le gustan. Funcionan, son iguales, no se traicionan, se quieren. Las lágrimas arden. Esta metáfora siempre fue fascinante. Está cansado, pero, ¿cuándo no? Como siempre. Y como siempre todo vuelve a dar igual. Parece que no aprende, que le va luchar y perder.

Últimamente todo da vueltas. La prosa le secuestra. La prosa se ríe de él, él que es poesía, poesía tonta. Tan tonta. Se agota. No sabe que quiere. La mejor dama de todas le dijo que no se vende. Él empieza a entenderlo. ¿Quién lo va a querer? No se vende. No se lee. Se guarda entre cajones. ¿Y no perderé? ¿Qué seré? La dama le vuelve a responder -Nobody-. Whatever. La traición hierve. Igual es una fantasía, pero de todos modos duele.

Le quema el agua caliente. Da igual, es ese abrazo fugaz, el único que cree que tendrá. Lo cree. ¿Habrá más? Ya no quiere esperar, se ha llegado a hartar. Otro final. ¿Cuántos van? ¿Cuándo va a madurar? Él que se lo cree todo. Todo se va. Nobody. Se va a ocultar.

Siente a un nuevo mundo en la puerta. Le teme. Lo nuevo siempre nos da miedo. Se volverá a caer. No es su mundo. Su mundo es solo suyo. Aunque no fue así, cree que tocó lo nuevo con los dedos y se quemó. No quiere más, no. Nobody. Oscuridad, hazle un hogar, porque se va.

Está. ¿Se decidió? Si, pero no.

Querido Dios

Eres mi favorito. Tú, y coño, sois aquellos que me acompañáis en la eternidad. Te pido aquello que no puedo controlar, eres mi suerte. Te llamo cuando cuando algo me asombra, me asusta o me da rabia. Eres mi confesor.

Siento la divinidad corriendo por mis venas. En hormonas, el aire, en agua, en letras. Todo libre, todo loco, todo paraíso, todo eterno, todo cielo. Todo superior.

Pero no creo en ti. No creo en ti porque no. Porque no respondes a nadie. Porque hay mil cosas que no controlas. Porque no eres omnisciente ni omnipotente. Porque eres igual que yo. Y si eres igual que yo, no eres. No creaste, no hiciste, no fuiste. No existes.

Aquello que es bueno, como aquello que es malo, es fruto del azar. Eres una palabra maravillosa. Mi recurso favorito. No existes más que en cuatro letras, pero... ¿acaso hay mejor existencia que esa?

Crónica de la velocidad

El sonido penetrante del trueno le arropó. Hay personas que los temen, pero para él era una forma de anunciar luz en la oscuridad y agua en la cara. Era un aviso de algo encantador, que le atrapaba el corazón.

Se sintió afortunado por haber elegido el momento con tanto acierto y dio un familiar portazo que le introdujo en su blanca burbuja. Menos cuando cuando todo era estrés (e incluso así muchas veces también) aquello era un gran placer. Arrancar y ya.

A 120 km por hora ahora solo suena el viento. Ensordecedor y violento, no hace falta escuchar más. Aunque el frío ayuda y araña con locura, el ruido es el protagonista.

La autopista, como el cielo y como la vida es una infinita negrina. No acelera porque este en alguna carrera. Hace mucho que dejó la competición, vivir no consiste en una lista de cosas por hacer. Vivir consiste en correr por correr. Y a eso se dedica: a correr. Corre porque al correr solo corre, no hay más.

Es acelerar y acelerar. Morir de frío entre el tremendo ruido. No hay nada que pensar, ninguna razón para dar la vuelta, es todo vivir la pasión de la huida. La sociedad es una mentira por eso es maravilloso verla desaparecer en un coche que va deprisa.

Canciones felices

La Wikipedia lo llama tonti pop. Llamemos a la felicidad tontería, si gustan los académicos depresivos. Yo lo disfrutaré con la misma pasión. La Casa Azul, la cuál (diferencias incluidas) es junto con La Oreja de Van Gogh mi "sino" musical se merece mi privado y chic homenaje en este blog.

Conté que me da igual el futuro y que soy feliz con poco. Poco es, en este caso, una canción. La Casa Azul es aquello que a las 8 de la mañana cuando me subo al coche con ganas de nada, suena como si sonara en mi corazón y me pone a cantar hasta mi destino, dando sentido a mi día. Da igual lo mal que vaya todo, sus letras dulces, su ritmo alegre y un nosequé envolvente curan todo.

Es curioso porque me ha costado horrores elegirla. He escuchado la discografía entera una y otra vez, intentando encontrar la ideal. Y elegí la misma que elegí hace aproximadamente 9 meses, cuando decidí escribir esta entrada (cada entrada es un parto increíble, si). Se trata de Quiero parar.

Siempre faltan horas a mi alrededor y me intento rodear de color, me dedico a perderme en mi habitación y construir un universo de estribillos y sonidos de mellotron. Y de todo lo que pude soñar (...) sólo queda la impaciencia de saber que jamás llamaste a mi puerta. Hace algún tiempo que no estoy en ningún sitio, sólo voy y vengo y quiero parar (...) estar a tu lado, tranquilo y sonriente regresar.

Dejo un curiosísimo fanmade para escuchar.


En ocasiones me siento Heidi


Solo que yo las cabras las encuentro por la carretera mientras voy en el coche.

Mujeres

Curvas. Deliciosas, profundas y sinuosas curvas. Suaves, delicadas, con olor a cosas dulces, con sabor a nubes. Pieles eternas, blancas y morenas donde se esconde la Luna llena.

Cabellos infinitos, rubios, lacios y rizos. Pétalos aterciopelados, pecaminosos y mojados. El amor no se trata de violencia y presión, sino de caricias y calor.

Tacones, perfume, brillo de labios y telas inmensas para hacer soñar a reinas (que no princesas).

¿Es tan difícil amar a una mujer? ¿Qué es lo que no podéis ver?

La pequeña Hepburn


An education me ha sabido a té con galletas de chocolate. A esa mezcla de tarde de verano tormentosa, donde no sabes si disfrutar del olor a lluvia o sufrir el calor sobre tu cabeza. Una mezcla fascinante de si y no decorada con estilo francés.

Carey Mulligan es toda la película. Su mirada limpia, brillante y delicadamente maquillada, su pelo ordenado o no, su cuerpo en cualquier uniforme o en el mejor vestido son escena tras escena lo que te emboba en la pantalla preguntándote, ¿se puede ser más bonita? Peter Sarsgaard hace su papel, seduce con sonrisa pícara y nos lleva a un viaje al que nadie diría que no, pues conquistar es su arte y ser conquistado un vicio.

El viaje se torna delicioso, hedónico, musical, artístico y literario y cumple nuestros más preciados sueños. Pero como siempre llega la hora de volver a casa y ella nada cambia. ¿Somos quizás un poco más sabios? Que los guionistas me permitan dudarlo en este caso.

Y no hay más. Creo que merece la pena verla por eso, por verla. Quitad el sonido cuando hablen, que más da lo que dicen sobre la responsabilidad, el esfuerzo, la vida y la pasión. Mirar a Jenny vivir (que no estudiar) es lo verdaderamente apasionante. El final no le importa a nadie.