¡Es real!

Cuando uno escucha a los políticos decir que hacen tal y cual ley, y que esto nos dará tal y cual cosa, resulta gracioso verlo aplicado en la calle. Desde aquella polémica ley que retiró el tabaco de todos los centros de trabajo y unos cuantos de ocio, no recordaba vivir la aplicación de nada tan de cerca.

Pero el otro día, yendo hacia la biblioteca me tocó bajarme del autobús a mitad de camino porque la calle principal estaba cortada por obras. Así que me puse a andar calle arriba, cuando me encontré con la calle en obras y el típico cartel que dice de donde sale el dinero para las mismas y que obra se hace exactamente. Qué sorpresa la mía al descubrir que los fondos que la financiaban eran los del Fondo de Inversión Local para el Empleo, esos que hace unos meses anunciaba Zapatero como medida estrella ante la crisis.

La pena fue descubrir que la obra no era para arreglar la calle (que buena falta le hace), sino para soterrar los contenedores de basura, que no es otra cosa que levantar el suelo y meter los cubos bajo tierra, algo que sinceramente, no veo tan importante y necesario. Pero bueno, así es Colmenar Viejo, de cada tres cosas que se hacen, una es útil y el resto son tonterías en el mejor de los casos, y ataques contra el ciudadano en el peor.

Abro sección/etiqueta para este y otros pueblos de mi alrededor, que son un caso aparte de la sociedad y geografía españolas, para bien y para mal.

Un dúo perfecto

Se abre el telón. Stars Hollow, pueblecito estrambótico estadounidense nos recibe con una mujer joven de apasionantes ojos azules que entra en una cafetería y mira con ojos de amor al hombre del mostrador, quién le dirige una mirada de reprobación. Ella se acerca con una taza, le pone ojos de gatito de Shrek y le suplica que le de café. Tras conseguir la hazaña, mientras bebe de su taza, un chico de la barra intenta ligar con ella en vano y él, se retira. Es entonces cuando aparece nuestra segunda protagonista, una dulce muchachita con otros apasionantes ojos azules que se sienta con la mujer, y ambas se ponen a charlar de maquillaje y música. Terminada la primera taza de café, la mujer se levanta a buscar más, y es entonces cuando el chico que antes intentó ligar con ella se acerca para intentarlo con la muchacha, sin saber que ambas van juntas. La mujer, de regreso de la barra, descubre al intento de ligón que son madre e hija.

Este es el inicio de Las chicas Gilmore (Gilmore Girls), una comedia romántica de 153 episodios en los que uno no deja de encontrar un buen chiste en ninguno de ellos. Polémicas, provocadoras, alocadas, modernas, inteligentes, luchadoras, divertidas y femeninas, las Gilmore enganchan con rapidez hasta el final, del que sólo os desvelaré que es perfecto. En siete temporadas veremos crecer y cumplir sueños a la madre y a la hija, desde el primer novio de Rory (la hija), hasta la inauguración del hotel de Lorelai (la madre), pasando por las mil y una locuras de los estrambóticos personajes secundarios del pueblo en el que viven.

Si me preguntáis que es lo mejor de la serie, diré que hay dos cosas: Lorelai y Rory. Una por ser tan apasionantemente divertida y la otra por ser tan fascinantemente inteligente, son ejemplo para perseguir sueños, cumplirlos y disfrutarlos. Y entre ellas una forma precisa, delicada y perfecta de tratar grandes temas de la adolescencia, sin caer en tópicos, censuras, exageraciones ni tonterías, siendo estos un elemento más de la historia y no el único centro de ello.

Un popular en la cámara vasca

[Nota aclaratoria para los poco enterados de la política española: Tras las elecciones en esa zona clave del España (por sus habituales intereses de independencia del país) llamada País Vasco (o Euskadi), en las cuales lograron mayoría de votos partidos no independentistas, las últimas noticias indican que no solo gobernará el socialista (no nacionalista, algo nunca visto) Patxi López la región, sino que el parlamento de la misma lo gobernará un partido de derechas (el PP, Partido Popular) cuyo éxito electoral allí siempre ha sido escaso.]

Sí, ya sé que lo importante parecer ser lo de Patxi, pero hoy, leyendo en el 20 minutos (qué triste es enterarse de algo así en un diario gratuito) descubro que a cambio del apoyo, los del PP se quedan con la presidencia del parlamento vasco. Un cargo al que no otorgo más importancia que la simbólica. ¿Quién podía imaginarse que acabaría presidiendo el PP alguna cosa en el País Vasco? Yo sinceramente lo veo medio utópico, parece increíble que un partido que era el patito feo de Euskadi, que no ha tenido protagonismo hasta hace muy poco vaya a poder gobernar la cámara vasca. Que no digo que este en contra, lo veo lógico, normal y un precioso cambio, a pesar de que no me gusta el PP. Pero lo veo muy destacable.
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¡Qué ganas tengo de que elijan a Patxi ya! A ver que tal lo hace.

Canción dedicada

Nena Daconte siempre me recuerda a Marco. Seguro que ya ni lo escucha, y las letras no tienen nada que ver con él, pero a mi me recuerda. Así que, Esta noche va para él.

Es un grupo que me encanta, me deprime y me suele cansar si lo rayo demasiado, pero su dulzura y metáfora brillante, clara y constante atrapan. Sin lugar a dudas vine buscando mi suerte a este lugar, por eso ahora no tengo a donde ir. Y lucho y espero, por cumplir hasta el final. Pero estoy cansada, se acabó, esta noche, me vestiré de fiesta, saldré buscando guerra y la voy a encontrar. Porque me muero porque bailemos toda la noche entera tirados en el suelo sin dejarnos de besar.

Ahí queda.

Abandonemos el anónimato

Tengo un trauma tremendo. Soy y seré siempre una maniática que no puede ver ciertas cosas, cómo uves donde van bes o eses donde van ces. Una de esas cosas son los comentarios anónimos que no quieren ser anónimos.

Me explico. Blogger (el señor que nos hospeda los blogs, ¡gracias!) permite comentarios con cuenta de Google, con LiveJournal, con WordPress, con OpenID, con TypePad, con AIM (estas últimas no las conozco de nada), anónimos y... ¡con nombre/url!

¿Qué significa eso? Que si le das a esa opción te saldrá un cuadrito donde puedes poner tu nombre (o nick, o apodo, o lo que te salga del pie) y un link a donde tu quieras (página web personal, del vecino o nada, puedes no poner ninguna web y sólo tu nombre).

Pero yo día tras día y blog tras blog veo comentarios anónimos que firman con su nombre al final. No va por nadie porqué todo el mundo lo hace ¿eh? La cosa es que me hace daño a la vista, así que hoy, en un alarde de infinita generosidad, os he explicado cómo poner vuestro nombre y dejar de ser anónimos. ¡Ya me podéis dar las gracias! (?)

Un Oscar para la felicidad

¡Qué bonita es Slumdog Millonaire! De verdad, qué bonita.

Siempre odio las películas de los Oscars. Recuerdo El Aviador, que se me hizo eternamente aburrida, con ese Leonardo Di Caprio que quería ser algo más que una cara bonita. Tampoco puedo olvidar la tan desagradable y pesada Brokeback Mountain, que se pasó con el drama hasta provocarnos el sueño, y cuyas escenas de sexo no tenían nada de morbosas, sino todo lo contrario. Incluso El Curioso Caso de Benjamin Button, a pesar de lo bien hecha que estaba, me acabó cansando.

Pero ayer, ante la pantalla de unos cines en versión original, abrí la boca de asombro una y mil veces con Slumdog Millonaire. Voy a intentar no espoilear demasiado, pero si alguno la quiere ver, le recomiendo que deje de leer por si acaso, y se vaya aquí o al cine más cercano.

La historia (y que la película tenga argumento ya es importante, pues las hay sin él) ya de por sí es original. Un chico hindú, pobre y sin educación en el concurso de televisión más famoso del mundo (¿quién no conoce ¿Quién quiere ser millonario??), va acertando pregunta tras pregunta, y nos va explicando cómo logra acertarlas, tratando de defenderse de una acusación de trampas.

Muestra la vida mísera y desgraciada, pero desde un punto de vista feliz, divertido y pícaro, de ese chico que antes fue un niño huérfano que junto con su hermano se busca la vida como puede. En medio, una preciosa historia de amor, una banda sonora brillante y un montaje novedoso. El final, bailecito bollywoodiense incluido, simplemente perfecto. Os la dejo muy recomendada, porque a mí, me encantó.

Posdata: Debo confesar que cuando los premios eran mucho dinero (50 kilos -de pesetas- ya no es nada, por desgracia), yo era fanática perdida de ¿Quién quiere ser millonario? y de Carlos Sobera (¡Qué gran presentador es ese hombre!). Por tener tengo hasta el juego de mesa.

Cómo ser antisocial en el mundo de las relaciones

Hay momentos en los que me sale esa vena rebelde adolescente que escondí cuando cambié de carrera en la facultad. Este uno de ellos. Debo confesar, que mi vena rebelde es lo "anti-rebelde". Es decir, yo siempre fui de las que insultaba a los que se iban de botellón y faltaban a clase. Miraba mal a todo el que bebía o rompía alguna norma. Alguno me dirá que no era una rebelde, era una amargada. Pero yo, que me conozco mejor que nadie, sé que era una rebelde. La mayoría de la gente de mi edad, bebía, por lo que yo, tenía que llevarles la contraria, y generar el conflicto. Era tan intolerante como ellos, desde luego, pero jamás quise ser ellos ni era una amargada. Salía y disfrutaba de otras cosas que me hacían ser muy feliz.

Y lo sigo haciendo. Sigo siendo feliz, saliendo siempre que quiero y haciendo aquello que quiero (si el dinero me da para ello). Creo que aquellos que me conocen en persona dan fe de que yo soy feliz, ¿no? ¿me río mucho? (¡ejem!). Y la razón actual por la que no bebo es porque no hay bebida que me sepa bien. Si no salgo de "fiesta" es porque no me surge, porque tengo muchos amigos muy bien repartidos, y a ninguno les gusta irse por ahí de bares. Y probablemente salir a bailar me encantaría, pero también me encantaría recorrer el mundo y las ocasiones no me surgen. La vida es larga, ya surgirán, no tengo ninguna duda.

Uy, casi había perdido mi vena rebelde. La retomo. ¡No tengo vida, señores! Resulta que como no bebo y no salgo por ahí de bares, pues mi vida es triste, aburrida y amargada. Y voy a ser virgen toda mi vida, eso también (¿wtf?). Me da igual, sinceramente. Sé lo que quiero, siempre lo he sabido y también sé cómo conseguirlo. Y me aburre tener que lidiar con cosas que no me interesan, a pesar de que para "no ser antisocial" lo hago cada día más. Pero hasta un punto, no voy a ponerme a hacer cosas que nunca me ha gustado hacer sólo porque la norma social sea hacerlas.

Cómo siempre le digo a mi madre cuando quiere hacerme adelgazar, es tarde para cambiar. Al igual que un día asumí que mi cuerpo es el que es, que no va a cambiar y que debo amarme así, un día decidí cómo quería vivir, y eso no va a cambiar. Si me pierdo algo, perdido está, y si tengo que renunciar a algo, mediré cuan valioso es y decidiré si cambio por ello o no. Y a algunas de esas cosas ya renuncié (Adri, al final el video salió a la luz).

Y nada, entrada dedicada con todo mi amor a Matías, el sabrá porqué.

La Mochila Interminable

Abrazos, besos y muchos te quieros

Dicen que somos iguales y mienten como bellacos. Que tenemos las mismas oportunidades. Y vuelven a mentir. Que compartimos. Y mienten un poco más. Me pregunto cuantos hombres van metiendo la mano en los váteres de sus casas para limpiarlos, me pregunto cuantos hombres han cortado las uñas a sus hijos sin que nadie se lo dijera, me pregunto cuantos hombres no han podido seguir con su ritmo de trabajo porque tenían un hijo a su cargo, me pregunto cuantos hombres planchan, cuantos recuerdan los cumpleaños de toda la familia, me pregunto cuantas mujeres más morirán para que ellos se den cuenta de que las cosas no están para nada igual.

Y os contaré un secreto. Cuando era niña, me dije que quería triunfar, que quería hacer grandes cosas, que quería dejar huella. Y pensé que (como todos), quería tener hijos, cuidaros y educarlos. Pero veía a mi madre dejarme en el colegio a las siete de la mañana para irse a trabajar y me lo pensé mejor. Me di cuenta de que no iban a poder ser las dos cosas, que tendría que escoger una de las dos, porque si tenía hijos tendría que criarlos en un 75% (y me quedo escasa) yo. Y no podría dar todo lo que quisiera y tuviera que dar en mi carrera. Elegí lo primero, por cierto, me quedé con el trabajo.

Pero el día de la mujer no es un día para decirle a los hombres cuan equivocados están, ni para contar cuan mal están las cosas. Es para dar un abrazo, un beso y mucho amor a aquellas cuya profesión es ser mujer. A aquellas que se matan, ayer, hoy y mañana, en su casa, en su trabajo y en un río porque las ahogaron. Hoy es el día de dar las gracias al llamado sexo débil, que una vez al mes se quiere morir por ser mujer (pero sigue como si nada pasara) y que el resto de días se pregunta cuando acabará todo lo que tiene por hacer. Así que, señoras y señoritas, acordaros de que sin vosotras, el mundo no sería lo que es.

Y os dejo con Forges, que sus viñetas del día de la mujer, siempre me emocionan.

Crónica de la negación

El viento le arrastra. Pesa la vida, pesa el camino, pero de igual modo; el viento, le arrastra. Graniza, llueve, nieva y la ventisca le lleva. Le quita el abrigo, le quita el calor y le quita el frío. Anda cansado, así que mientras se deja llevar, se pone a cantar.

Cuando lleva dos estrofas, comienza a llorar. Se da cuenta de que tiene el corazón roto en tres pedazos. De que tuvo y perdió. De que camina y sueña con lo que sabe que será un no. De que vive con un odio protector, que es el peor amor. Llora porque no quiere nada de eso, porque no puede vivir sin sus sueños, porque perder mata, porque quién le dio la vida le daña.

Sabe que se engañó. Se tiñó de colores, pero en cada color, una mentira escondió.

A la caza del bestseller

Ya he dicho alguna vez, que yo tengo un leer ocioso. Y me indigna que por ello no se me considere buena lectora. A más de uno le he oído decir que Dan Brown o Ken Follet no son autores buenos, y que a quienes le gustan sus libros, es que no saben leer. ¡Já!

He leído (y leo) mil clásicos. Españoles e ingleses. Y sigo apasionada, y emperrada en leer tonterías. ¿Para qué voy a amargarme el trayecto en el tren con los dramas del mundo? ¡Ya tengo el periódico! A mi no, a mi me gusta leer novelas de amor, de poder, de sexo, de intrigas palaciegas y religiosas. Y si alguien lo considera una tontería, quizás tenga razón. Pero la realidad la vivo, cuando leo, quiero ficción.

No quita eso que lea apasionada e interesada, que devore un libro tras otro, que aprenda con lo que leo. Quizás no aprendo sobre las desgracias del planeta, pero si aprendo Historia, Arte o Religión (irónico en mí, lo sé).

La lectura es una afición más, y también es la mía. No la convirtamos en un deber o una forma de medir la inteligencia, o acabaremos odiándola.

Limpiemos el disco duro musical

Hace unos días me encontré una viñeta en Público (ese periódico que me leo en el tren) y no pude dejar de buscarla para vosotros, porque me reí y me sorprendí, que pensaba yo que el Spotify no lo conocía ni su padre.


Por si acaso no lo conocéis, os lo cuento, aunque ya lo contó el hombre con criterio hace tiempo. Es un programita donde se puede escuchar mucha y variada música gratis y online. Así, resumido. Hace falta invitación, yo tengo nueve (¿o eran 10?) si alguien quiere que me de su correo. El programita te lo tienes que bajar, pero una vez bajado te puedes escuchar discografías enteras, y rayarlas una y otra vez mientras tengas Internet conectado. No las puedes bajar (ya sería mucho), pero a mi me gusta, porque le veo la ventaja de poder probar grupos y cedés nuevos sin esperar milenios a bajarlos para que luego no te terminen de convencer. Es también una forma de limpiar el PC de música (confesad, ¿cuantos gigas de música tenéis? ¿y cuantos escucháis?) que ya sabemos que todos guardamos canciones horribles del año de la pana y están ahí ocupando espacio.

Total, que la viñeta mola y Spotify también. Y que quién quiera invitación que la pida.

Rebienvenida (ya son 50)

Hay muchas posibilidades de que esta sea la primera entrada que lees de este blog. Bienvenido seas, hoy y aquel 11 de noviembre, en el que empezamos.

Quizás para muchos, 50 entradas no sean demasiadas. Para mi lo son, porque este blog soy yo, y cincuenta entradas son cincuenta pasos míos hacia delante. En el último no llegué a tanto, así que aquí las celebro y las amo.

Hemos averiguado juntos (y lo seguiremos haciendo) que la música me mueve, que a veces sé quien soy, que a veces no, que estoy llena de pasión, que estoy loca, que veo mil películas y leo aquello que me relaja, que cuento historias a mi manera, que pienso mucho en partidos, pactos y parlamentos, y que en la red me siento una conexión más. Aún quedan algunas cosas por averiguar, y nunca vamos a terminar de contar sobre las ya descubiertas, por ello te pido, que te quedes conmigo, ya sea en RSS, Twitter (uy, novedad) o web, léeme, coméntame, que estaré encantada de tenerte cerca.

¡Cuan lejos está el futuro y cuan emocionante es esperarlo!

Mi España

Este país tiene un problema. Se llama "querer mucho a la tierra" y "no quererla nada". Yo estoy en el grupo dos, pero os lo voy a explicar un poco mejor, para que los latinos dejen de preguntarse, porque rayos a algunos no nos gusta nuestra bandera y porque rayos nos importan a todos tanto las elecciones del País Vasco, que al fin y al cabo son elecciones para el gobierno de una región.

Hace muchos años (pero tampoco demasiados, y esto es importante), un dictador gobernó España, y gritó Viva España en cada acto, colocó la bandera de España en todos lados, e hizo, del amor a España, un sinónimo del amor a su régimen. Con el tiempo el dictador se murió, y llegó la democracia. Pero la democracia tenía la misma bandera y el mismo Viva España del dictador. Las heridas de esa dictadura aún están abiertas, y aquellos cercanos a las ideas franquistas aún entonan el Viva España y visten la bandera como la de sus propias ideas. ¿Cómo puedo así amar a mi bandera y a mi país, si personas cuyas ideas me parecen detestables han hecho suyos esos símbolos? No me sale, de verdad, no me sale. Si miro a mi bandera, sigo viendo ideas impuestas, dictadura y atraso. En ella no soy capaz de ver la democracia, la libertad y la tolerancia por la que se lucha aquí. Así pues, no soy española de corazón, ni estoy orgullosa de donde nací, porque creo que aún conservamos los símbolos y las ideas de un pasado al que no aprecio en nada.

Pero hay más. Como los indios americanos que protestan hoy por haber sido maltratados y censurados por sus colonizadores en el pasado, en España hay muchas culturas, historias y lenguas que un día se aplastaron para que la ya famosa bandera del ya famoso dictador fuera la única reinante. Por esa historia, por esa cultura y por esa lengua y por la independencia de estas, lucharon y luchan muchos, legal e ilegalmente, hasta el punto de matar, torturar y secuestrar por ello (y estoy hablando ahora, nos guste o no, del terrorismo). Curiosamente, algunas (y digo algunas, que no todas) de las regiones que reclaman derechos para su cultura son las más ricas del país. Y si juntamos dinero con ideas, represión con libertad y terrorismo con independencia, tenemos el cóctel para que trabajar con la política, y con ella con las leyes y con el sentimiento de España, sea como entrar a la cueva de ogro e intentar robarle el mazo sin despertarle. Algo que requiere de mucha delicadeza, negociación y uso de la ambigüedad de la palabra.

Tenemos partidos a los que les encanta España (y con ella la bandera y esas cosas de las que ya hablé); a los que no les gusta nada y se pasan la vida molestando (a estos les ilegalizan cada dos por tres); a los que les gusta su región y les importa un pie el resto (tanto así que sólo piden para ellos y al resto que les den); a los que les gusta tanto su región que tienen el sueño de separarse de España (y se creen que si se separan van a aguantar solitos, ¡ja!) y a los que prefieren no opinar muy alto porque se pegan a quien más les conviene en cada momento (estos son los míos). A todos estos, les tenemos metidos en el parlamento, pegándose por el dinero, las ideas, la libertad, la represión, el terrorismo y la independencia. Llevándose muy bien a ratos, y muy mal a otros ratos, pactando y rompiendo pactos, pidiendo, dando y quitando.

Y ayer; en la que sin duda es la región más región de todas, la que más se pelea por ser lo que es, por estar en España y por no estar, la que no termina aún de no tener muertos por la causa, la que ha llegado a generar hasta la división de un gran partido por no ponerse de acuerdo; ayer, pasó algo. El pueblo votó, y les dijo a quienes tanto ha querido alejarse de España, a quienes han gobernado desde siempre, que se acabó. Que les gusta su lengua, su cultura, su historia y su tierra, pero que también les gusta España. Han dado el voto a todos y a ninguno, y ahora más que nunca, toca llevarse bien, pactar, negociar y dar. Toca cambiar.