Todo huele a nuevo. Nada familiar mas no parece importar, eso lo hace genial. Él, como el mayor loco de todos, canta, sonríe y baila en la oscuridad.

Entre el intenso frío sabe que no parará, pero le da rematadamente igual. Es medianoche y por delante hay un mundo. Un mundo que probar, que patear, que conocer, que sonreír, que besar (quizá de una vez por todas), que disfrutar.

Tiene ganas de todo ya y no se da cuenta de todo el tiempo que le queda para soñar. Veintiuno.