Dicen que somos iguales y mienten como bellacos. Que tenemos las mismas oportunidades. Y vuelven a mentir. Que compartimos. Y mienten un poco más. Me pregunto cuantos hombres van metiendo la mano en los váteres de sus casas para limpiarlos, me pregunto cuantos hombres han cortado las uñas a sus hijos sin que nadie se lo dijera, me pregunto cuantos hombres no han podido seguir con su ritmo de trabajo porque tenían un hijo a su cargo, me pregunto cuantos hombres planchan, cuantos recuerdan los cumpleaños de toda la familia, me pregunto cuantas mujeres más morirán para que ellos se den cuenta de que las cosas no están para nada igual.

Y os contaré un secreto. Cuando era niña, me dije que quería triunfar, que quería hacer grandes cosas, que quería dejar huella. Y pensé que (como todos), quería tener hijos, cuidaros y educarlos. Pero veía a mi madre dejarme en el colegio a las siete de la mañana para irse a trabajar y me lo pensé mejor. Me di cuenta de que no iban a poder ser las dos cosas, que tendría que escoger una de las dos, porque si tenía hijos tendría que criarlos en un 75% (y me quedo escasa) yo. Y no podría dar todo lo que quisiera y tuviera que dar en mi carrera. Elegí lo primero, por cierto, me quedé con el trabajo.

Pero el día de la mujer no es un día para decirle a los hombres cuan equivocados están, ni para contar cuan mal están las cosas. Es para dar un abrazo, un beso y mucho amor a aquellas cuya profesión es ser mujer. A aquellas que se matan, ayer, hoy y mañana, en su casa, en su trabajo y en un río porque las ahogaron. Hoy es el día de dar las gracias al llamado sexo débil, que una vez al mes se quiere morir por ser mujer (pero sigue como si nada pasara) y que el resto de días se pregunta cuando acabará todo lo que tiene por hacer. Así que, señoras y señoritas, acordaros de que sin vosotras, el mundo no sería lo que es.

Y os dejo con Forges, que sus viñetas del día de la mujer, siempre me emocionan.