Si tenemos que hablar de mujeres y televisión, tenemos que hablar de otras chicas, las de Sexo en Nueva York (Sex and the City).

La serie tiene el nombre tremendamente bien puesto. El sexo está presente en todos y cada uno de los capítulos, junto con la City, la grande, emocionante y preciosa Nueva York.

Y ellas, aunque están (muy) buenas, tampoco son top models, y ni mucho menos reinas de la belleza. Lo excitante de la historia es que no tienen ni un pelo en la lengua ni con lo bueno, ni con lo malo. Las oirás gritar de gusto y de dolor, suspirar, insinuarse, declararse y rechazar de forma clara e intensa.

Pero no es el abundante y excitante contenido sexual de la serie lo que la hace tan fabulosa (¡ja! Ya creíais que hablaba de porno, ¿verdad?), sino que ellas cuatro, representan la esencia de la mente femenina: miedos, sueños, deseos y placeres en abundancia. Por eso está sí se la recomiendo a los hombres. Quizás no la lleguen a entender nunca, o quizás acaben descubriendo los secretos del universo femenino y lo usen para torturarnos, quién sabe.

Anotaciones al margen son que la película es pésima en comparación con la serie (¿qué nos depara en la segunda parte? oh lá lá); que Mr. Big tiene menos atractivo que un troll; que, aunque nunca lo llegó a confesar ni casada y con hijos, Miranda es lesbiana si o si; que si Samanta fuera (atención spoiler) lesbiana me la tiraba sin dudarlo y que el segundo marido de Charlotte me pone (y esto último es digno de análisis).