Por las venas le fluye el veneno. El vaso fue colmado hace mucho y ahorra las lágrimas se derraman en la mesa. La guerra empezó hace años y promete no terminar nunca. Al menos el plan de ataque de él es ese, el de desgaste.

Se siente malvado, cruel, con ganas de matar, pero sobretodo de matarse. La lucha resulta agotadora y saber que no tiene fin más aún. Pero cómo en la vida, no ha llegado a ella por elección sino por fuerza. Por fuerza está en una lucha de fuerza en la que no tiene ninguna fuerza. No es nadie en el campo ni tiene arma más que el tiempo. Aguantar y acumular toda la sangre de cada herida es su tarea diaria y cuando ya no puede más se muere por rendirse. Pero cómo en la vida rendirse no es una opción.

La sal que corre por sus mejillas le abrasa la cara mientras hierve por dentro, aún no sabe si de odio o de tristeza. Le duele cada centímetro de su agotada piel y no se quiere mover. Quiere dormirse donde está, y que el enemigo le descubra por la mañana sintiéndose culpable por generar tanta desgracia. Pero el enemigo no sabe de culpas. Dirá que estaba en mal lugar. Siempre lo está. Siempre todo es él. Él, que no pidió más que no ser.