Qué placer morder un trozo de chocolate. La boca se hace agua al abrirla para inaugurar el bombón, la tableta, la chocolatina o el pedacito que robaste a tu prima. El mundo se para, todo esta preparado para el dulce, para la suavidad, para el placer. Delicioso es poco, para algo que parece salido del Olimpo de los Dioses. Saborearlo, deshacerlo en la boca, sentir como se derrite, es orgásmico.

Suena porno, lo sé, pero es así. A mi me gusta con leche y avellanas, pero no rechazo el barquillo, el blanco, las nueces, el caramelo... Sigue siendo chocolate. Si te comes tres cajas, igual te empalagas, porque lo bueno es mejor en pequeñas partes. O al menos, en partes digeribles.