Oscuridad. Negro y noche se llevan bien. Son los únicos amantes que le gustan. Funcionan, son iguales, no se traicionan, se quieren. Las lágrimas arden. Esta metáfora siempre fue fascinante. Está cansado, pero, ¿cuándo no? Como siempre. Y como siempre todo vuelve a dar igual. Parece que no aprende, que le va luchar y perder.

Últimamente todo da vueltas. La prosa le secuestra. La prosa se ríe de él, él que es poesía, poesía tonta. Tan tonta. Se agota. No sabe que quiere. La mejor dama de todas le dijo que no se vende. Él empieza a entenderlo. ¿Quién lo va a querer? No se vende. No se lee. Se guarda entre cajones. ¿Y no perderé? ¿Qué seré? La dama le vuelve a responder -Nobody-. Whatever. La traición hierve. Igual es una fantasía, pero de todos modos duele.

Le quema el agua caliente. Da igual, es ese abrazo fugaz, el único que cree que tendrá. Lo cree. ¿Habrá más? Ya no quiere esperar, se ha llegado a hartar. Otro final. ¿Cuántos van? ¿Cuándo va a madurar? Él que se lo cree todo. Todo se va. Nobody. Se va a ocultar.

Siente a un nuevo mundo en la puerta. Le teme. Lo nuevo siempre nos da miedo. Se volverá a caer. No es su mundo. Su mundo es solo suyo. Aunque no fue así, cree que tocó lo nuevo con los dedos y se quemó. No quiere más, no. Nobody. Oscuridad, hazle un hogar, porque se va.

Está. ¿Se decidió? Si, pero no.