Todo el mundo, de un modo u otro, la tiene. Unos las tienen muy grandes, otros pequeñas. Otros las adoran, otros las odian. Las familias, que nos educaron, y que estuvieron a nuestro lado cuando no nos valíamos por nosotros mismos, los marcan de por vida.

Yo, como buena adolescente (a pesar de que me queda cada vez menos de teen), no puedo soportarles más. Me quieren, no lo dudo, pero a la vez me controlan, me censuran, y sobre todo me juzgan. Me juzgan tanto que ya no queda nada en mí a salvo para apreciar, ni ningún lugar al que huir. Quedo yo, toda la mierda que soy, y, como no, ellos.

Me pregunto cómo acabará esto. Mal, seguro.